Sábado, 11 de mayo de 2024
 
Vigilia Pascual - En la noche santa
 
“Hermanos: en esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo ha pasado de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan en oración” (Monición de entrada).
 

“Permanezcamos en vela, pues, amadísimos, puesto que la sepultura de Cristo se prolongó hasta esta noche, para que en esta misma noche tuviera lugar la resurrección de la carne que entonces fue objeto de burlas en el mundo y ahora es adorada en cielo y tierra” (Sermón 221).

            Esta es una presentación en dos tonos de verdadera espiritualidad pascual y que nos invitan a una experiencia continua de contemplación y alegría renovada: la bendición del fuego y la preparación del cirio pascual es un entender que la vigilia “está dedicada al Señor y que ocupa el primer puesto entre todas las instituidas para el culto de Dios, porque en ella se renueva solemnemente el recuerdo del Salvador, que «fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación». De esta manera, la Iglesia entera, su cuerpo, puede cantar: «Yo saltaré de gozo en el Señor y me alegraré en Dios, mi Salvador»” (Sermón 223 D).

            En la celebración ¿cuál debe ser nuestra actitud de fe? Y Agustín presenta una catequesis de calidad teológica pero al alcance de sus fieles: “aunque en nuestra vigilia no estamos a la espera del Señor, como si hubiera de resucitar, sino que renovamos solemnemente, una vez al año, el recuerdo de la resurrección, sin embargo, mediante esta celebración, recordamos lo pasado, de manera que en esta vigilia también expresamos simbólicamente algo que realizamos mediante nuestro vivir la fe. En efecto, durante todo el tiempo que dura este siglo cual si fuera una noche, la Iglesia, puestos los ojos de la fe en las Sagradas Escrituras, semejantes a faros nocturnos, permanece en vela hasta que venga el Señor” (ib.). Permanecer en vela tiene un contexto especialmente evangélico y nos abre el horizonte a un cambio que es más iluminación del corazón que a otras experiencias religiosas sin suficiente contenido integral.

            Todo gira en relación a la luz. Y Agustín tomará esta imagen para analizar la necesidad de la luz para vigilar y orar para no caer en la tentación: “la mente está en vela si no se duerme la fe, ni se apaga la esperanza, ni se enfría la caridad… Mantengámonos, pues, en vela, hermanos, y oremos para no ir a parar en una tentación que no seamos capaces de soportar” (ib. 223 E).

            La necesidad de velar da sentido a la vigilia en la “que estamos celebrando la fiesta solemne de la humildad del Señor, «que se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz»” (ib. 223 H) y “esta solemnidad tan grande y tan santa nos exhorta, amadísimos, a velar y a orar” (ib. 223 I).

            En síntesis, ¿cuál sería, según Agustín, el significado de la noche?: “en esta noche están dormidos incluso quienes están despiertos, pero son malos, y no se hallan, quienes, aunque duerman, son buenos. Cuando llega una noche ordinaria, se termina el día; aquella noche culpable nos privó de aquel día que hizo este día… Digamos: «ilumina mis ojos para que nunca duerma en la muerte». Teniendo estas antorchas, mantengámonos, pues, en vela solemne durante esta noche contra el sueño corporal; en cambio, contra el sueño del corazón debemos ser nosotros mismos antorchas encendidas en este mundo, como si nos halláramos en la noche” (ib. 223 K). Y, así, cantemos: “ha sido inmolado nuestra víctima pascual Cristo, celebremos la Pascua con los panes ázimos de la sinceridad y de la verdad” (1 Cor 5, 7-8). ¡Aleluia, aleluia!