Viernes, 26 de abril de 2024
 
Tiempo Pascual: Domingo VI (Ciclo C)
 
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.
 

    Todos, de una manera u otra, vivimos y manifestamos nuestro ser y hacer. Cada día entramos en faena de vivir y seguir, nos novemos y queremos que la realidad nos sea saludable, positiva y hasta tranquila. Y, ¿un cristiano? Se encuentra en su ser y hacer, orienta su persona desde su fe y tiene siempre, ante él, una maravillosa forma de dar sentido a su vida: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo, dice el Señor.

    Transmitir este mensaje de paz es la tarea principal del cristiano, del que es consciente de la acción constante del Espíritu que se nos ha dado como garantía para conocer y recordar el camino de la paz y el bienestar que Jesús nos ha enseñado con su vida. Sentir en nuestro interior la verdad y la posibilidad de la gracia que cambia totalmente nuestro ser para ser conscientes, es dar gracias al Señor por que hace realidad el iluminar su rostro sobre nosotros. ¡Tal vez, no somos muy capaces de creer y vivir con ilusión este maravilloso regalo de Dios! Y, sin embargo, no podemos negar esa gran verdad que se nos concede y nos ilumina para que sintamos y vivamos la certeza de que el Señor tenga piedad y nos bendiga.

    Estamos en el maravilloso tiempo de Pascua, momento en el que Jesús nos manifiesta: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Si se da en el cristiano el verdadero amor y estima de Jesús, resulta fácil el observar el mandamiento nuevo que Él nos dio. Como consecuencia de esa presencia de amor, convertida en vida y relación con los demás hermanos, el cristiano siente que el Espíritu Santo, junto con el Padre y el Hijo. habita en su interior, ha fijado su morada en él y le ha convertido en auténtico testimonio de la bondad de Dios.

    ¿Qué se puede deducir desde toda la misericordia del Señor? Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. La Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, entran por el amor en el corazón de los fieles, de todos aquellos que se declaran discípulos de Jesús, de todos aquellos que le aman y convierten este amor de Dios en el imperativo de todas sus acciones. Es, a través de este amor de Dios, cómo los discípulos de Jesús configuran su existencia según la voluntad del Padre y, de esta forma, siguen la estela de su Maestro, Jesús.

    La vida cristiana es siempre una expresión verdadera de la vida de Jesús, del amor total a Dios y, como camino, debe tener siempre su referencia; pasó haciendo el bien. Así se nos descubre una referencia maravillosa: el que ama y es fiel a la palabra de Jesús se convertirá en “templo”, lugar de la presencia del Padre y del Hijo, y expresión de su amor. Y, es ahí, donde nosotros podemos escuchar y acoger la Palabra del Padre, la fidelidad a su mandamiento nuevo. Vivir con la convicción de que Jesús jamás se separa de nosotros, sostiene totalmente la gracia que ilumina e indica el camino verdadero de Dios. Escuchemos a Jesús que nos dice: Me voy y vuelvo a vuestro lado. No cabe más gracia, seguridad y amor en nuestra vida: es la lámpara donde la luz del Señor ilumina el mundo.

 

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

    ¿Cómo es nuestro amor? El amor de los discípulos de Jesús, movido por la presencia de Dios en sus corazones, significa todas las acciones humanas y las transforma en respuesta y aceptación gozosa de la voluntad divina: que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, y gobiernas las naciones de la tierra. ¿Pensamos cómo nos ama Dios? Siempre es el amor infinito, bondad divina, esperanza y, nos hace creer, el verdadero amor y estima de Jesús, y, así, resulta fácil observar el mandamiento nuevo que Él nos dio. Afirmar libre y conscientemente que Dios forma parte de nuestra existencia, es dar pleno sentido a la vida cotidiana: que Dios nos bendiga, que le teman hasta los confines de la tierra.

 

ORACION

    Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por J. N. S. Amén.

 

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

    Gran misterio es conocer cómo es al mismo tiempo Señor e Hijo de David, cómo una persona es hombre y Dios, cómo en la forma humana es menos que el Padre y en la divina igual a Él, cómo conjugar estas dos afirmaciones suyas: «el Padre es mayor que yo, y Yo y el Padre somos una sola cosa». Es un gran misterio y, por eso, para poder comprenderlo, hay que acomodar las costumbres. El misterio esta cerrado a los indignos y se abre a los que lo merecen. No llamamos a la puerta del Señor ni con piedras, ni con picaportes, ni con los puños, ni a patadas. Es la vida la que llama; es a la vida a la que se abre. Se pide, se busca, se llama con el corazón, se abre al corazón. Corazón que ha de ser piadoso para que su petición, su búsqueda y su llamada sean adecuadas. (san Agustín, Sermón 91, 3.3).