Martes, 23 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo XXXIII (Ciclo A)
 
Una experiencia total de fe es abrir el Evangelio y encontrarnos con un Jesús dueño de sí mismo, consciente de su misión, del sentido de su entrega y sacrificio. Más que síntesis es una definición que nos hace posible a los creyentes creer, vivir y ser sus discípulos. Acerquémonos a Él y sintamos en nuestro interior el don de la fe que fundamenta la esperanza contra los motivos de resignación y que se realice en el amor.
 

La parábola según san Mateo nos permite afirmar el punto de tensión en la rendición de las cuentas y, de un modo particular, en la conducta cobarde del servidor demasiado precavido. Jesús denuncia la inconsecuencia de los que reciben el mensaje del Reino y luego pretenden refugiarse en una seguridad estéril. A estos les propone el ideal de la ganancia con riesgo,

         La parábola tiene asimismo una dimensión en la Iglesia ya que propone un ejemplo de vida cristiana para el período que va de la glorificación del Señor hasta un advenimiento final de Él. Los discípulos de Jesús tienen la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede, La parábola es como una sentencia dirigida al servidor malo y perezoso, el que no hace fructificar los dones recibidos, aunque sea con el pretexto de colocarlos en un lugar seguro; al fin, termina por perderlo todo. Y, aquí, una pregunta: ¿cómo recibimos las llamadas del Señor? ¿Es generosa y limpia nuestra respuesta en la fe? Si tenemos en cuenta el salmo responsorial de hoy: ¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos!, recordaremos cómo Jesús invita a sus oyentes (en este caso, a nosotros) a cambiar la mentalidad del temor receloso y la mezquina obediencia, a la perspectiva del amor. La verdadera naturaleza de la relación entre Dios y el hombre en el amor. El discípulo de Jesús debe actuar siempre con la lógica del amor y traducir el mensaje evangélico en actos concretos, generosos y atrevidos.

         La vida cristiana no se puede analizar ni vivir si antes no hay en la conciencia la certeza de las fuentes internas de nuestro ser, de Dios, Por eso, cuando nos sometemos a un examen de conciencia sincero solo puede haber luz y verdad cuando dejamos que el Señor marque el ritmo de la fe y nos haga caer en la conciencia los dones que hemos recibido desde Él. Dios nos va a pedir cuenta de la gracia que ha sembrado en nuestro corazón y si nuestra conciencia ha sido fiel en la fe y en las obras. No dejemos lejano al evangelio de hoy que nos marca el grado de los dones recibidos y nos encomienda, en bendición, cómo iluminar y vivir el don continuo de la fe y manifestar la fidelidad en los dones recibidos. Sin creernos salvadores de un mundo y de una sociedad, se nos abre la maravillosa visión de la fe como gracia y como exigencia de ser fieles en los dones recibidos. Sin tratar de juzgar a la sociedad es preciso tomar cuenta de la realidad del mundo en el cual vivimos y, cómo, desde la fe, debemos animar, emocionar y conmover a aquellos que son nuestros hermanos en la fe. Dar sentido y valor a los dones que hemos recibido lleva consigo ser testigos y anunciadores del evangelio que, son la Luz y la Verdad.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

          La soberbia es un dejar de lado la verdad y el bien, tiene una obsesión de valer, de superación y, de modo especial, de pisar a quien y como sea. Recordemos hoy el mensaje de san Pablo a los de Tesalónica: Todos vosotros sois hijos de la luz, hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. El “ser hijos de la luz” alude a lo que los cristianos son y su manera de conducirse. Todo el que vive en las normas “de la noche” y se mueve en ese mundo de la oscuridad será sorprendido por el día del Señor. Quienes se distancian de la falsa “paz y seguridad” comienzan ya a vivir el día, anticipan las conductas del día del Señor. Eso es lo que el apóstol Pablo llama “velar y ser sobrio”: Es la realización anticipada del Día del Señor en la propia vida.

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            Pon tu gozo en escuchar a Dios sea solo la necesidad la que te lleve a hablar. De esta manera, no serás varón hablador y podrás caminar con rectitud. ¿Por qué quieres hablar y no escuchar? Siempre quieres salir fuera y rehúsas el volver a tu interior. Quien te enseña está dentro; cuando enseñas tú, sales en cierto modo hacia aquellos a los que te son exteriores. La verdad la oímos en el interior y la transmitimos, mediante la palabra, a quienes están fuera de nuestro corazón. Cuando decimos que tenemos en el corazón a aquellos en quienes estamos pensando, lo decimos según cierta imagen que de ellos tenemos grabada en nuestro interior. Pues si estuviesen en verdad y plenitud en nuestro interior, sabrían ciertamente lo que hay en nuestro corazón, y no habría necesidad de hablarles… No prefiramos, pues, lo exterior, sino lo interior; pongamos nuestro gozo en lo interior; a lo exterior ha de llevarnos la necesidad, no la propia voluntad. «El hombre hablador no caminará en rectitud sobre la tierra» (san Agustín en Comentario al salmo 139, 15).

ORACION: Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos (salmo 127).