Jueves, 25 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo XXXII (Ciclo A)
 
¿Hacia dónde vamos? Es una pregunta que se puede y debe plantear cuando se analiza el presente y hay una cierta inquietud por el futuro. Sin embargo, el tema tiene una doble referencia ya que están en juego la realidad de una sociedad en el tiempo actual y en el futuro y, por otro lado, cuando surge un interrogante en nosotros.
 

El futuro nos lleva a un tiempo no como el de hoy y sí a una visión de la realidad distinta y sorprendente. De ahí que ¿hacia dónde se dirige nuestra vida?

         A la luz de la Palabra de Dios, que escuchamos hoy, necesitamos plantearnos el sentido de las palabras de Jesús en el evangelio y las exigencias que de ellas se derivan. Meditando el evangelio de hoy debemos deducir cómo se nos invita a la vigilancia y al comportamiento correcto de nuestra vida en la fe y en la convicción de una respuesta sincera y válida ante Dios.

         Gozamos de una libertad que Dios nos ha concedido y, como tal, la orientación de nuestra vida no está en ir hacia adelante y como nosotros queremos, sino más bien descubriendo el camino que Dios nos indica y en el que debemos expresar nuestra fe. Valoramos mucho el presente y casi no queremos pensar en un futuro que ciertamente ha de ocurrir en nuestro camino de la vida y, desde la fe, lo cual requiere agradecimiento a Dios y la esperanza en su misericordia. De otra manera ¿qué sentido tendría nuestra vida? La respuesta es: Mi alma está sedienta de ti, Señor Dios mío (Salmo 62, 3). El orante se dirige a Dios y le manifiesta su anhelo, su absoluta necesidad del mismo Dios; emplea una imagen muy sugestiva y elocuente: su deseo de Dios es más grande que el que pueda tener una tierra reseca que añora unas gotas de agua. No hay ninguna petición; pero no hay nada más sincero y admirable que es experimentar la necesidad del mismo Dios. La noción que tiene este salmista de Dios y, en relación con ella, su fe, son un modelo acabado de religiosidad auténtica.

         En este contexto debemos situar la parábola del evangelio: el lenguaje del banquete nupcial es también el de la invitación a la vigilancia. El evangelista describe la situación de los que viven en el tiempo que separa la resurrección de Cristo de su venida final. La distinción entre las jóvenes necias y las prudentes muestra que el mensaje de la parábola está centrado en la necesidad de estar preparados para recibir al Esposo que retrasa su llegada. Dado que el Señor no ha revelado ni el día ni la hora de su venida gloriosa, hay que estar prevenidos como las jóvenes que aguardan, con las lámparas encendidas y con sus trajes de fiesta, la llegada del esposo. Al oír el grito que anuncia la llegada del esposo a media noche, las jóvenes necias advierten que no tienen suficiente aceite… La falta de preparación implica la exclusión definitiva del Reino. Una vez cerradas las puertas, será inútil insistir. La respuesta será la misma que oyeron las jóvenes necias: En verdad os digo que no os conozco. La respuesta del Esposo a las jóvenes necias será la misma que escucharán en el juicio final los creyentes que llamaban a Jesús, Señor, Señor, pero no cumplían la voluntad de Dios.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

         A todos nos gusta vivir y no sobrevivir. Y, en ese análisis, los cristianos debemos examinarnos si nuestra vida de fe es superficial o verdadera. Es muy fácil juzgar a los demás y nosotros ¿hasta qué punto somos capaces de recibir a Dios cuando nos llama al corazón? Esto presupone que vivimos dispuestos a ser conscientes y consecuentes en la fe y que nuestra vida tiene certeza de que la gracia de Dios no nos falta nunca y que, consiguientemente, aceptamos la llamada que el Señor nos hace en todo momento de nuestra vida. Tenemos que plantearnos en serio si escuchamos al Señor… ¡seguro que nuestra vida sería muy feliz!  

ORACION

         Dios de poder y misericordia, aparta, propicio, de nosotros toda adversidad, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y espíritu, podamos aspirar libremente a lo que te pertenece. Por J. N. S. Amén.,

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            He aquí que el esposo ha de venir; todas se levantarán, pero no todas han de entrar. Faltarán las obras a las vírgenes necias, por no tener el aceite de la conciencia, y no encontrarán a quién comprar los que solían venderles los aduladores. Las palabras: «Id a comprarlo para vosotras» las pronuncia una boca burlona, no un corazón envidioso. Las vírgenes necias se lo habían pedido a las prudentes, diciéndoles: «Dadnos aceite, pues nuestras lámparas se apagan». Y ¿qué les dijeron las vírgenes prudentes? Id más bien a quienes lo venden y compradlo para vosotras, non sea que no haya bastante para vosotras y nosotras. Era como decirles: ¿De qué os sirven ahora todos aquellos a quienes solíais comprar la adulación? «Y mientras ellas fueron a comprarlo, entraron las prudentes y se cerró la puerta» (san Agustín en Comentario al salmo 147, 10-11).