Jueves, 25 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo XXVIII (Ciclo B)
 
La Palabra de Dios nos ofrece una maravillosa presentación: Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría; La Palabra de Dios es viva y eficaz; Es imposible para los hombres, no para Dios, Dios lo puede todo. A primera vista nos parece un tanto difícil de entender y, sin embargo, es la expresión más propia para seguir a Jesús que es Sabiduría hecha carne
 

Si hacemos un pequeño análisis, descubrimos que la sabiduría se convierte en Salomón, el rey sabio, que se presenta con autoridad como alguien que implora y obtiene el don de la “sabiduría”. Esta no es fruto de la habilidad, sólo puede ser recibido de lo alto. En la segunda lectura encontramos de nuevo otra referencia a la Sabiduría como Palabra de Dios encarnada, dotada de un infalible poder de discriminación y de juicio. El Padre ha confiado a su Hijo amado realizar el juicio, que es justo, aunque también es misericordioso para quien tiene fe: <El que cree en Él no será condenado>. 

El evangelio de hoy tiene varias referencias, pero lo más importante es la afirmación radical de Jesús: el Reino es para los últimos porque ellos, precisamente por ocupar el último lugar social, económico y religioso, poseen la mirada adecuada para descubrirlo y abrirse a Él. 

            El evangelio nos sitúa, además, ante una realidad total desde la fe. Tenemos deseo de crecer en la vida espiritual, pero hay que tener en cuenta que necesitamos un verdadero maestro. Y éste, se nota en el evangelio, exige una renuncia demasiado difícil; esta renuncia supone una conversión radical y ahí encontramos nuestra gran dificultad: no tenemos fuerzas. Pero, tengamos en cuenta: para seguir a Jesús no podemos tener segundas intenciones: no se puede servir a Dios y al dinero. Seguir a Jesús es elegir la Cruz y las persecuciones, aun cuando se nos dé una recompensa del ciento por uno aquí en la tierra. El evangelio requiere una transparencia radical que nos lleva a separarnos de los bienes de este mundo por elegir la sabiduría del Reino.

            Cuando Jesús mira, nos transforma o nos cuestiona. Recordemos la mirada a Pedro en el patio del Sumo Sacerdote, el consiguiente arrepentimiento y el llanto del apóstol. Ahora esta mirada viene cargada de amor. Un amor que es expresión del Padre y que nos recuerda nuestra necesidad y obligación de amarlo a Él más a que todas las cosas. Recordemos el evangelio de hoy: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de los cielos a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. El hombre rico no puede dejarse cambiar por la mirada de Jesús porque le pesan demasiado las riquezas. Tiene su corazón en ellas. Si uno está demasiado aferrado a los propios bienes, sean espirituales o materiales, debe fijar su mirada en la de Jesús, hasta que Él lo libere de su propio egoísmo. 

            El hombre que fue llamado no pudo seguir a Jesús por su apego a las riquezas. Quiere entrar en la vida eterna; busca por tanto el verdadero tesoro, pero no tomó en cuenta que su corazón no estaba en el Reino de Dios sino en sus propios bienes. Y, desde ahí deducimos algo importante: sólo quien sigue a Jesús encuentra con él y en él cien veces más que aquí en la tierra: la vida verdadera, la vida eterna que solo puede ser adquirido por quien vende lo que posee para adquirirla.

            Mientras vivimos, es natural que pensemos en la felicidad a nuestro estilo: queremos vivir bien, con salud total, con tranquilidad y… con un etc. muy largo. Soñamos mucho y siempre hay un algo que nos sorprende, más como capricho que necesidad. Nos parece normal, pero escuchemos al Señor en el evangelio y caeremos en  la cuenta que es necesaria siempre una actitud justa para discernir, ante todo, cuál es la verdadera sabiduría que nos indique el don de una Persona que nos ama infinitamente.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

            Vivir en la fe, tiene siempre como fondo, la presencia de Dios que comienza la obra buena y la lleva hasta el final. Por un lado, es la afirmación verdadera para que el camino del cristiano se valore, antes de nada, por el don de la fe orientada a una existencia de hijo de Dios y que siente en su corazón la necesidad de orientar el camino hacia el Reino por mí y por el Evangelio. Un cristiano, si es sincero, no puede detenerse ni dejarse engañar por las falsas y presuntas riquezas de la vida, su mirada debe continuar siempre en una esperanza clara en Dios de manera silenciosa y estimando, por encima de todo, que Dios es Paz y Amor. De por sí, vivir en un mundo, tiene la llamada de la fe que le oriente siempre por el camino que lleva al Reino de Dios.    

ORACION

            Te pedimos, Señor, que tu gracia nos preceda y acompañe y nos sostenga continuamente en las obras buenas.  Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            Esto te dice tu Señor: ¿Quieres dar poco y recibir mucho? No busques al hombre que llora cuando te exige el interés. Búscame a mí que gozo cuando tengo que devolver. Heme aquí, dame y recibe. En el momento oportuno te lo devolveré. ¿Qué te devolveré? Me diste poco, recibirás mucho; me diste bienes terrenos, te los devolveré celestiales; me los diste temporales, recibirás los eternos; me diste de lo mío, recíbeme a mí mismo. ¿Qué me diste, sino lo que recibiste de mí? ¿No voy a devolver lo que me prestaste, yo, que te di con qué prestarme? (san Agustín en Sermón 38, 7-8),