Martes, 23 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo VII (Ciclo C)
 
En nuestro mundo real, las sorpresas son muchas y de todo calibre. Pensamos lo que más nos gusta, mantenemos dentro lo que nos va bien y cerramos los oídos y los ojos para no sentir lo que no nos conviene, a la vez que creamos un fondo interno, por supuesto, no muy verdadero.
 

            El punto de partida de lo anterior es todo lo contrario con lo que leemos en el evangelio: amad a vuestros enemigos, haced el bien a todos los que oigan, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian... ¿Qué pensamos hoy al leer la enseñanza de Jesús? Puede parecer que es algo imposible, toda vez que en nuestro interior redondea un aire de pensar que todo eso, aun siendo enseñanza de Jesús, es para los santos o gente parecida. Y, sin embargo, es la gran verdad y la única manera de ser discípulos del Maestro. Es cierto que nosotros nos agarramos a nuestra lógica, tantas veces, mentirosa y lejana a la enseñanza de Jesús, justificándonos en argumentos de pura mentira personal y. sin querer creer que, precisamente, somos nosotros, los que encontramos la misericordia y el perdón de Dios.

            Deberíamos pensar qué sentido tiene nuestra vida ante el Señor y cuál sería el motivo de encontrar, antes de nada, nuestra identidad personal desde el momento en que Él nos ha hecho hijos suyos y nos tiende siempre un amor con el perdón. ¿O creemos que Dios nos ama más a nosotros que a nuestros enemigos? Vivir la fe tiene la realidad de no olvidar nunca el ejemplo de Jesús y no trazar una línea a nuestro estilo; esto es puro fariseísmo y puede llevarnos a una soberbia total. El evangelio predica el amor a los enemigos como característica propia de los fieles al amor verdadero. Ahí es donde radica la fuerza del mensaje evangélico y donde se entiende la dificultad de continuar amando el bien a pesar de las dificultades.

            El evangelio nos da una medida sorprendente: no tratéis a los demás como ellos os tratan, sino como quisierais que ellos os tratasen... Lo único válido es sentirnos motivados por nuestra condición de hijos de Dios. Solo, como hijos de Dios, seremos compasivos y bondadosos con aquellos al ver que también ellos participan de la bondad y compasión de Dios. La obra bien hecha, sobre todo, cuando es el propio bien el que nos mueve a obrar, es siempre garantía de bien hacer. Sentirnos hijos de Dios y obrar según la voluntad del Señor, es algo que compensa con creces cualquier obra buena que hagamos en la tierra.

            El evangelio de hoy es un examen de conciencia para nosotros: es abrirnos el corazón y desmontar todo lo que conlleve el yo y lo mío. No hay otro mandamiento que tengamos que observar más que el de tender a la imitación de Dios que es amor misericordioso. Es claro el evangelio: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordiosoSe nos presenta así el misterio, cuya manifestación no tiene duda ni arreglos; es la gran verdad que el Hijo de Dios hace realidad y nos enseña a verificar por nuestra parte en la realidad concreta en la cual nos encontramos.

            Nos es necesario hoy, -¡ojalá fuera siempre!-, tener delante de nuestros corazones, la gran lección del Evangelio: No juzguéis y Dios no os juzgará; no condenéis y Dios no os condenará; perdonad y Dios os perdonará. Dad y se os dará.El amor y la misericordia de Dios son una constante bendición divina y nadie puede negar su bondad infinita. Jamás nos plantea el Señor ninguna dificultad; Él quiere nuestra felicidad total y nos bendice constantemente para que su amor sea siempre fuerza en la vida y signo de su bondad. Dios es el amor verdadero que salva a la humanidad.

 

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

 

         Si analizamos, en serio, cuál debe ser el sentido verdadero de nuestra fe, debería llevarnos a clarificar que el tema del amor al prójimo en general y del amor a los enemigos en particular, lleva consigo considerar y sentir que el mismo Dios, al que debemos la vida y, por eso, llamamos Padre, es también Padre de aquellos de los que somos enemigos o que se consideran enemigos nuestros. Jesús pidió al Padre que los perdonara porque no sabían lo que estaban haciendo. Los cristianos estamos invitados a no dejarnos atrapar por esos enfrentamientos. Pase lo que pase, nuestro Padre es y siguen siendo el Padre de todos. Un mundo, del que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo de justicia fría e irrespetuosa; de ahí que necesitamos conciencia clara de lo que hace el Señor con nosotros: Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que le temen.Llevar a la verdad esta misericordia de Dios es dar a nuestras personas el verdadero sentido del amor infinito.

 

ORACION

 

            Concédenos, Dios todopoderoso, que, meditando siempre las realidades espirituales, cumplamos, de palabra y de obra, lo que a ti te complace, Por J, N. S., Amén.

                          

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

 

            No despreciamos a nuestro Dios necesitado en la persona del pobre, para que cuando nos sintamos necesitados, nos saciemos en quien es rico. Se nos presentan personas necesitadas, y, también, nosotros lo somos; demos, pues, para recibir. Pero ¿Qué es lo que damos? Y ¿qué es lo que deseamos recibir a cambio de aquellas pequeñas cosas visibles, temporales y terrenas? «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni subió jamás al corazón del hombre» (1 Cor 2, 9).Si él no lo hubiera prometido, ¿no sería propio de desvergonzados dar estas cosas y querer recibir aquellas otras? ¿Y el no querer dar siquiera éstas? Tanto más que ni unas ni otras tendríamos, si no nos las hubiera dado aquel que nos exhorta a dar. ¿Con qué cara esperamos que nos dé unas cosas u otras, si le despreciamos cuando nos manda dar auténticas menudencias? «Perdonad y seréis perdonados»; es decir, otorgad, y recibiréis perdón. Que el siervo se reconcilie con el consiervo para no ser castigado con justicia por el Señor.(san Agustín en Sermón 206, 2).