Viernes, 26 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo IV (ciclo B)
 
Es cierto que somos personas con prisa y, a la vez, olvidamos realidades muy significativas sin valorarlas en su fondo y en su expresión. Esto nos ocurre incluso cuando Dios nos habla y pretende que nosotros orientemos nuestro camino y nuestra fe desde la verdad.
 

Encontramos hoy un lección maravillosa y para tenerla muy en cuenta: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: . Ciertamente, es una llamada nueva, con autoridad y que se expresa de manera maravillosa a la luz del Evangelio: si el camino de la fe lo recorremos cada uno, el Camino y la Vida es Jesús.

            Orientada así nuestra existencia nos encontramos ante un misterio que sólo la gracia nos manifiesta, Jesús enseña más con signos que con palabras y sus gestos son un anuncio de la presencia del Reino. Dios destruye por medio de Él el poder del demonio, de la enfermedad y de la muerte. El contenido del evangelio de hoy comienza y termina con sendas referencias a la admiración de la gente por lo que veía y el asombro por la enseñanza llena de autoridad. Jesús es presentado como alguien que tiene autoridad en sus gestos y palabras, tiene poder divino; destruue el poder de los demonios y demuestra la santidad de Dios de un modo especial ante la “impureza” de los demonios. Jesús manda con una palabra llena de autoridad: “Cállate”. Podemos decir: basta la palabra efic az de Jesús y el mundo se llena de alegría de la salvación.

            Ante esta realidad limpia y tan llamativa debemos deducir algo importante y necesario: el vivir en verdadera caridad nos sitúa en una actitud libre hasta el punto que podemos llegar, como Jesús a los demás, realizando el trabajo del reino de Dios. Ser conscientes de la gracia de Dios en nuestro corazón nos advierte y nos orienta a ser discípulos auténticos de la misericordia divina y manifestando en cada momento el camino del evangelio. Jesús lo expresa y lo señala: cállate y sal de él. Se refiere al milagro que hace en el “hombre que tenía un espíritu inmundo” y que la Verdad es el único personaje que permanece en la escena. El otro ha ido alejándose a la medida que el amor infinito de Dios va invadiendo aquel cuerpo y aquellos ojos y nos clarifican que no están habituados a la claridad. Es una lección que se nos ofrece, es un momento en el que el Señor nos expresa su amor infinito en la Palabra que sale de sus labios y que es eficaz y liberadora. ¡Nunca mejor que hoy el tomar conciencia del salmo responsorial! Ojala escuchéis la voz del Señor; no endurezcáis vuestro corazón. Vivir a nuestro aire, incluso manteniendo nuestra fe, nunca nos puede satisfacer y, menos, creer que hacemos la voluntad de Dios. Hay que entrar en su presencia, “dándole gracias”, nunca creyéndonos capaces desde nuestra posibilidad. La experiencia personal de un silencio total de sí mismo es la posibilidad necesaria para escuchar al Señor, cayendo en la cuenta de que siempre nos escucha y nos bendice.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

            Hoy tenemos una advertencia plena en la Palabra de Dios y esto debe movernos a una toma de conciencia muy comprometida: A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. El Señor nos ama infinitamente y manifiesta siempre en Él que encontraremos la razón de un camino en la fe que lleva a todos nosotros a situarnos en el verdadero camino y en la plena felicidad.  No en vano, El es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo, ovejas de su rebaño. Creer y vivir a la sombra del Señor conlleva la convición total de una vida que es un regalo del Señor.

ORACION

            Señor, Dios nuestro, concédenos adorarte con todo el alma y amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por J. N. S. Amén                           

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            ¿No es Cristo la vida? Tomó, pues, la muerte y la suspendió en la cruz. De esa manera, los mortales son librados de la muerte. El Señor recuerda lo que aconteció en figura a los antiguos: «Y así como Moisés  levantó en el desierto la serpiente, así también conviene que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna». Gran misterio es éste; quienes no lo han leído, o lo han olvdado después de haberlo u oído. El pueblo de Israel caía en el desierto a causa de la mordedura de las serpientes. Las numerosas muertes producían una hecatombe. Era castigo de Dios que corrige y flagela para instruir. Allí se manifestó un gran signo de una realidad futura. El mismo Señor lo indica en esta lectura, para que nadie lo interprete de forma distinta a como lo hace la Verdad refiriéndose a sí. El Señor ordenó a Moisés que hiciese una serpiente de bronce y la levantara  sobre un madero en el desierto, y exhortase al pueblo de Israel a que, si alguo había sido mordido por las serpientes, mirase a aquélla levantada sobre el madero. Así se hzo. Los hombres mordidos la miraban y sanaban  (San Agustín en el comentario al ev. según san Juan 12, 11-15).