Jueves, 25 de abril de 2024
 
Tiempo Ordinario: Domingo III (Ciclo C)
 
En el caminar de cada día, oímos muchas cosas y tomamos atento cuidado en valorar su fondo y la fuerza que imprimen en nuestro interior. Esta idea me ha surgido cuando me he encontrado con el salmo responsorial de hoy: Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
 

      Una mirada al espejo de la verdadera fe devuelve el rostro maravilloso de Dios que, desde sí, nos mira, nos ama y nos invita a orientar nuestro corazón a la verdad. Hoy escuchamos:

    ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza! La fe es un don de Dios y conlleva una maravillosa gracia que ilumina la propia existencia y reclama, cuando es preciso, no solamente una atención total, sino, también, un planteamiento de respuesta a la fe ya que, solo ahí, está la razón de nuestra vida, orienta nuestro camino y plantea en plena libertad la respuesta a la gracia. Si los cristianos queremos la verdadera felicidad, debemos, antes de nada, plantear un punto de partida que fundamenta una verdadera vida cristiana: la luz que ilumina nuestra mente y nuestro corazón para que anhelemos más cercanía de Dios y creamos que Él nos posibilita caminar y vivir en la fidelidad y en la paz. Nunca mejor, es este momento, para recordar lo que dice el apóstol Juan: He venido como luz para que quien crea en mí, no permanezca en tinieblas. Más aún; podemos plasmar aquí el salmo responsorial de hoy: la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. Dejemos al Señor que ilumine nuestra vida y vivir el gozo del Señor para ser felices.

    Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte es un miembro. Vivir con fe total el seguimiento de Cristo conlleva el salir de sí mismo, luchar intensamente, teniendo claridad en lo que manifiesta ser testigo de Cristo y, a la vez, sentir totalmente que su camino viene de Dios y Él es el que mantiene la voluntad en el seguimiento. Necesitamos no solo meditar a Cristo sino manifestar especialmente que Él es la luz en el camino que nos lleva a la contemplación y a la sinceridad. Cuando san Pablo acentúa su mensaje de Cristo, quiere suscitar, desde la gracia, que el ser cristiano es igual que es salir de sí y generar una cultura constante de encuentro con Cristo. La vida busca siempre modelos a los que se quiere seguir y el cristiano debe plantearse que el único verdadero modelo es Jesús, razón y norma de la vida cristiana. Seguir a Cristo conlleva el espacio de estar junto a Dios y al calor de la Palabra donde se escucha la Verdad para vivir en plena fe.

    El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. En plena sinagoga, en un sábado, se pronunció Jesús de esta manera, como queriendo abrir el corazón a todos aquellos que estaban presentes y necesitados de la verdad de Dios y siguiendo totalmente a las palabras del profeta: ¡Quién era Él y cómo se presentaba para proclamar el “año de gracia del Señor!. Lo que Jesús tenía en sus manos no era una lectura sin más; Él mismo era quien hace su presentación: El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres. En este anuncio se encuadran su misión, el proclamar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista; vino a poner la libertad a los oprimidos. La expresión total del Hijo de Dios es una manifestación verdadera que se extenderá en los siglos a toda la humanidad. Hoy, somos los presentes a quienes se dirige la Palabra de Dios y esta gran verdad maravillosa tiene la certeza de que Dios nos salva: hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

    En un plano de sinceridad, debemos pensar que se nos formula concretamente a nosotros la maravillosa enseñanza de Jesús. Como tantos otros domingos, escuchamos la Palabra de Dios y necesitamos siempre escuchar desde la fe, como si fuéramos conscientes que es el Hijo de Dios quien nos habla. Se proclama Mesías y se identifica con su expectativa, que se cumple hoy en su persona. Desde la fe, hoy es ocasión de plantearnos nuestro camino como cristianos: se nos ha dado la gracia de Dios, hemos sido hechos hijos de Dios, y cómo, tantas veces, Él nos abre el libro de gracia para que, con su luz, se disipen nuestras tinieblas, se expulse nuestra dureza y nos haga llegar a la conciencia de ser hijos de Dios. Situarnos en la fe, una vez que dejamos al Señor para que encuentre en nosotros humildad; necesidad de vivir confiados en la gracia de Dios y en su bondad infinita, y poder salir de la postura tan triste en la cual tantas veces nos encontramos. La gracia de Dios es siempre amor infinito ¡felices nosotros si lo creemos!

ORACION

    Dios todopoderoso y eterna, orienta nuestros actos según tu voluntad, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Por J. N. S. Amén

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

    Por tanto, hermanos, puesto que creemos en Cristo, permanezcamos en su palabra. Pues si permanecemos en su palabra, somos en verdad discípulos suyos. No sólo son discípulos suyos aquellos doce, sino todos los que permanecen en su palabra. «Y conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres, es decir, Cristo el Hijo de Dios que dijo: Yo soy la verdad». Nos hará libres, es decir, nos liberará de los bárbaros del diablo; no de la cautividad corporal, sino de la iniquidad del alma. Él es el único que otorgas esta liberación. Que nadie se considere libre, para no permanecer esclavo. Nuestra alma no permanecerá en la esclavitud, puesto que cada día se nos perdonan nuestras deudas (san Agustín en Sermón 134, 3-4.6).