Jueves, 25 de abril de 2024
 
Tiempo de Adviento: Domingo IV (ciclo B)
 
Hoy es un domingo que es casi la puerta abierta a la Natividad del Señor y que manifiesta con claridad y alegría el gran misterio: el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
 

El ángel anuncia esta gran noticia que ha de provocar en María una gran alegría porque viene el Señor y trae la salvación. Por nuestra parte, es momento de alabar al Señor por su misericordia y su amor. Pero, antes, nos hace falta situarnos en una experiencia de escucha, toda vez que el Señor actúa siempre en nuestro favor y sella su alianza con sus elegidos. Los proyectos de Dios son los únicos que pueden  conformar nuestra fe ¡Qué  bien lo cree y vive María de Nazaret! Meditemos y gocemos tres ideas claves: Alégrate, llena de gracia;No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios; el Espíritu Santo vendrá sobre ti.

         María de Nazaret nos da el maravilloso ejemplo desde la fe: es Dios quien inicia todo, Él está con nosotros mucho antes de que nos demos cuenta: nos invita a comenzar una nueva vida confiando en Él. Siempre es Dios quien actúa, es su fuerza liberadora y exigente la que dirige los caminos de la historia de Israel, Quien actúa en María y se ordena hacia una meta preciosa y verdadera: la salvación de la humanidad. Es cierto que en todo ello late la fidelidad de Dios y es el punto de referencia en que María viva y se manifieste, enseñándonos a nosotros que el Sí tiene un principio eterno que llega a todos y cómo Ella es incapaz de apropiarse nada ya que todo proviene de Dios.

         En un mundo de hoy, es en el que vivimos, María, Virgen y Madre, nos invita a valorar la Palabra que el Señor nos dirige y que se orienta a nuestra total felicidad. A la vez, es una llamada a vivir desde el Espíritu que es quien nos dirige: Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo, Palabras que, en su momento, la Virgen María las hará viva realidad: Hágase en mí según su palabra, aclamación de fe total que Ella expresará con fe y gozo total y que manifiesta cómo creer totalmente en el Señor y dejar a Él lo comenzado hasta que llegue a su término. De ahí se deduce la alabanza: Cantaré al Señor las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas sus edades. Así se expresa la voluntad del Señor, el ejemplo continuo de la esperanza en el Señor y dejarse totalmente guiar por Quien ha iniciado la obra grande  total en nosotros.

         Lo fundamental para nosotros está en superar que todo lo anterior no es un conjunto de palabras sino más bien una revelación viva de Dios, un ejemplo de cómo comenzar la experiencia con la humanidad sin que jamás se quede el olvido; es la “alianza nueva y eterna”. Se nos hace, expresamente en estos días, una llamada a la fidelidad haciéndonos caer en la cuenta de cómo el plan de Dios ilumina las ambigüedades de nuestra vida para vivir en el amor divino que nos lleva a nuestra felicidad. Lleguemos al Señor con esta plegaria: Señor, Tú eres mi Padre, mi Dios, mi Roca salvadora.

RESPUESTA desde NUESTRA REALIDAD

         En el hoy de espera y hasta de sorpresa es bueno situarnos en humildad verdadera y preguntarnos: ¿Quién soy yo para que el Señor venga a visitarme?Este interrogante debería ser nuestro punto de partida ante la gracia maravillosa de Dios que entra en humildad y  pobreza en nuestra vida para llenarnos de paz y de ilusión. Es cuestión de creer que el Hijo de Dios viene a la humanidad y nos busca no solo para una adoración en el Belén sino para que su presencia en nuestro corazón sea la fuerza y la llamada en todo el momento de nuestra vida. 

ORACION

            Dios topoderoso, después de recibir la prenda de la redención eterna, te pedimos que crezca en nosotros tanto el fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo, cuanta más se acerca la gran fiesta de la Salvación. P.J. N. S. Amén,

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            Queremos comprender, amadísimos, que cuando Zacarías dijo: «¿Cómo conoceré eso? Yo soy anciano y mi mujer entrada en años», lo dijo no preguntando, sino mostrando su falta de esperanza. En cambio, María, al decir: «¿Cómo sucederá esto si no tengo varón?», lo dijo preguntando, no porque no lo creyese. Hizo una pregunta a Dios, sin dudar de la promesa. ¡Oh llena de gracia en verdad! Así la saludó el ángel: «Salve, llena de gracia». ¿Quién sabrá  explicar esta gracia? ¿Quién será capaz de agradecer lo suficiente esta gracia? Tiene lugar la creación del hombre; por su propia voluntad perece el hombre, y aparece hecho hombre quien creó al hombre para que no pereciera el hombre que creó. La Palabra, Dios junto a Dios desde el principio, por la que fueron  hechas todas las cosas, se hace carne: «La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros». La Palabra se hace carne, pero uniéndose la carne a la Palabra, sin que desaparezca la Palabra en la carne. ¡Oh gracia! ¡Qué habíamos merecido para tener esto! (san Agustín en Sermón 290, 4-5).