Sábado, 20 de abril de 2024
 
Miércoles Santo
 
“Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos
 

Terminando casi el camino de la Cuaresma y ya se vislumbra una presencia entre el misterio y la sorpresa: “Salve, Rey nuestro, solamente tú te has compadecido de nuestros errores” (Aclamación antes del evangelio). Es como si después de tanta llamada a descubrir que el “Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan sino para dar su vida es rescate por muchos” (Mt 20, 28), nos encontráramos de sorpresa con la imagen real de nuestra salvación: “Rey nuestro”. Y Él es el que nos libera de nuestros pecados y nos ofrece un horizonte completamente inédito para que nuestra peregrinación tenga siempre motivos de esperanza: “el que vino al mundo en humildad volverá a venir en gloria. El que vino a ser juzgado volverá como juez. Reconócele en la humildad para no temerle en su gloria. Búscale en su humildad para que puedas desearle en su gloria. Vendrá propicio a los que lo desean” (Enarraciones sobre los salmos 66, 10).

            Para que aparezca el “Rey nuestro” habrá antes una presentación: “ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba” (Is 50, 6), y, ¿hasta dónde?: “recibió la muerte la carne mortal, dando muerte a la muerte, dando de esta manera un testimonio de paciencia y ofreciendo una prueba de la resurrección. ¡Cuántos bienes no nos llegaron del Justo por medio del mal del injusto! Esto es lo grande de Dios: Él te ha da lo bueno que haces y además saca bien de tu mal” (Ib. 61, 22).

            Y, mientras tanto, una cuasi vigilia de interrogantes: “¿qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? ¿dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? ¿Soy yo acaso, Señor?” (Mt 26, 15- 22). Y, desde aquí, otra vez, una nueva presencia: “salve, Rey nuestro, obediente al Padre, fuiste llevado a la crucifixión, como manso cordero a la matanza” y entonces encontramos la respuesta: “la muerte de Cristo es generadora de vida. En la muerte de Cristo la propia muerte halló su muerte” (Tratado sobre el ev. según Juan 22, 11).

            Hoy es día que invita al silencio para una contemplación del misterio que tiene esta invitación: “miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos” (Salmo 68, 34). La espera sorpresiva de hoy requiere una capacidad de asombro: estamos en vigilia del Triduo Pascual y nunca mejor que hoy recordar aquello de “nosotros somos los vasos. Cristo es la fuente” (Sermón 289, 5).