Sábado, 27 de abril de 2024
 
Martes V Semana de Cuaresma
 
El Señor nos ha elegido para que estando en el mundo, no seamos del mundo
 

“Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que soy yo, y que no hago nada por mi cuenta sino que hablo como el Padre me ha enseñado” (Jn 8, 29). Y el mismo Cristo dirá: “cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Y queda algo: “haz una serpiente y colócala en un estandarte: los mordidos de serpiente quedarán sanos al mirarla” (Núm 21, 8).

            Ante esa imagen un grito: “Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro” (Salmo 101). No es un grito solitario como puede parecer a primera vista: “entonces el pueblo acudió a Moisés diciendo: «hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza para que aparte de nosotros las serpientes»” (Núm 21, 7); “concédenos, Señor, perseverar en el cumplimiento de tu santa voluntad” (Oración colecta); “te ofrecemos este sacrificio de reconciliación” (O. ofrendas).

            Es lógico pensar que el grito sincero de fe supone ser atraídos por Él. De otra manera, “vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo” (Jn 8, 22). “Nadie diga, hermanos, que no es de este mundo, pues por ser hombre es de este mundo. Vino a ti el que hizo el mundo y te libró de este mundo. Si te deleita el mundo es que quieres ser siempre inmundo; pero si ya no te deleita el mundo, estás ya limpio. Sin embargo, si llevado de alguna flaqueza, estás aún apegado al mundo, deja que viva en ti el que limpia y quedarás limpio; pero si estás limpio, no permanecerás en el mundo, ni oirás lo que oyeron los judíos: «moriréis en vuestros pecados»” (Tratado sobre el ev. según Juan 38, 4-7).

            En un acercamiento a la Pascua nuestros corazones se encuentran ante un reto: “si fuerais del mundo el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo”. Al mutuo amor de los discípulos, Jesús contrapone el odio que les profesará el mundo. Su suerte será idéntica a la del Mesías, y el mundo perseguirá a Jesús en ellos. Los discípulos serán fieles al mandato: “espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor” (Salmo 26, 14).

            El Señor nos ha elegido para que estando en el mundo, no seamos del mundo: “moneda de Cristo es el hombre, pero emborronada y marchita por el pecado… Cristo, con su venida, ha vuelto a esculpir su imagen… y, desde entonces, el hombre es moneda de Cristo, imagen de Cristo, nombre de Cristo, gracia de Cristo” (Sermón 90, 10).