Viernes, 19 de abril de 2024
 
Martes Santo
 
“Tú me diste una vocación, llamándome a la fe. Yo te doy mi invocación, llamando a tu puerta en esperanza. Lleva a perfección en mí lo que has comenzado en mí”
 

Es día de contrates: elección, respuestas y negaciones. Lo de la elección va por un camino perfecto, es llamada directa y siempre gracia. Pero otra cosa es la respuesta: parte de una certeza en Isaías y en Pedro (no podemos negar de antemano en Judas) pero el enfoque admite muchos grados: “estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre” (Is 41, 1) y la respuesta: “porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías” (Salmo 70, 5); “tú eres Simón, el hijo de Simón; tú te llamarás Cefas” (Jn 1, 42) y la respuesta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (ib. 16, 16); “y llamando a sus doce discípulos…, los nombres de los doce apóstoles son éstos:…, y Judas el Iscariote” (Mt 10, 1-4). A tono con esto, un pensamiento agustiniano. “Dios, contigo, no es más. Tú, sin él, eres menos. Súmate, pues, a él, no te restes. Si te acercas a él, te «rehaces». Si te apartas de él, te «deshaces»” (Tratado sobre el ev. según Juan 11, 5).

            Y esto nos hace entrar en las contradicciones: “Pedro replicó: «Señor ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti…»Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces” (Jn 13, 37-38); “entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «soy yo acaso, Rabbí?» Dícele Jesús: «sí, tú lo has dicho»” (ib. 26, 25); y: “«salve, Rabbí!», y le dio un beso. Jesús le dijo: «amigo, a lo que estás aquí»” (ib. 36, 49-50).

            El “uno de vosotros me va a entregar” suscita la inquietud en todos. Siempre es posible, en el evangelio como en la realidad diaria, que los discípulos vendan al Maestro. La ambición, la avaricia, la soberbia, el protagonismo de creerse capaz de ser bueno, un camino fuera del Maestro… motiva la respuesta equivocada y engañosa. En el caso de Judas, “qué le queda a Judas sino el pecado? Porque al entregar a Cristo, no pensó en nuestra salvación, sino en el dinero que ganaba a costa de la pérdida de su alma. Recibió el dinero que había solicitado y, sin que él lo quisiera, le fue dado lo que merecía. Judas entregó a Cristo y Cristo se entregó a sí mismo; aquél trataba del negocio de la venta de Jesús, y Jesús del negocio de nuestra salvación” (Tratado sobre el ev. según Juan 62, 1-5).

            El contraste de las respuestas tiene necesidad de seguir reflexionando sobre la elección: “te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” (Is 49, 6) y “sí, Señor, tú sabes que te quiero”; “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”; “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn 21,15-17).

            Para que nuestra respuesta sea humilde y lógica: “Tú me diste una vocación, llamándome a la fe. Yo te doy mi invocación, llamando a tu puerta en esperanza. Lleva a perfección en mí lo que has comenzado en mí” (Tratado sobre el ev. según Juan 40, 10).