Martes, 23 de abril de 2024
 
Institución de Acólitos y Lectores
 
El pasado 24 de abril, fiesta de la conversión de N. P. San Agustín, en el convento de Ntra. Sra. del Bueno Consejo en Monachil dos religiosos fueron instituidos acólitos y uno lector.
 

De manos de los respectivos priores pronviciales de Santo Tomás de Villanueva Fr. Carlos María Domínguez y San José, Fr. Daniel Ayala tres religiosos recibieron los ministerios de acolitado y lectorado. Fr. Ken James (India) y Fr. Gabriel Finol (Venezuela) fueron instituidos acólitos y Fr. Juan Manuel Fernández (Perú) fue instituido como lector. 

El ministerio del Acolitado, en su concreto ejercicio, está destinado a poner de relieve la íntima unión que existe entre liturgia y caridad. La celebración eucarística, de hecho, no solo presupone la caridad hacia el hermano, como ejercicio de donación y como voluntad de reconciliación (cf. Mt 5,23-24; 1Cor 11,17ss), pero implica, en el acto en el cual se cumple, una actitud de amor que se expresa en las muchas y diversas tarea de acogida (cf. Sant 2,1ss), de solidaridad (cf. 1Cor 11,29), de comunión y de servicio a todos, pero sobre todo con los más débiles y con los pobres. El testimonio de caridad, ofrecida a los hermanos en la eucaristía, debe entenderse y prolongarse después de la celebración y convertirse en solicitud hacia los lejanos, los ausentes, los enfermos, aquellos que están en dificultad y tienen necesidades. Solo así la participación en el sacramento de la caridad será plena y auténtica. El ministerio del acolitado adquiere plenitud de significado e importancia notable propiamente en el contexto de una Iglesia que vive el misterio de la caridad y es llamada a desarrollar en el mundo el ministerio de la caridad.

El lector, por su parte, llamado a proclamar la Palabra debe hacer vivir el texto, se convierte en profeta, y esto necesita una fe no solo de la asamblea que escucha sino también del lector que proclama. Unido a la fe, necesita la oración y la preparación práctica. En la proclamación de la Palabra, el lector, se convierte en instrumento de Cristo en la actualización de su Palabra, es por esto que se lo constituye como el catequista oficial de la Iglesia. Entonces no se trata solo de leer, sino de proclamar es decir promulgar de manera solemne la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica en escucha de Dios que habla. Por tanto un servicio para toda la comunidad hecho de parte de Dios, que hoy quiere hablar por medio del ministerio del lector.

Los ministerios del lectorado y el acolitado, aunque  profundamente enraizados en la experiencia más antigua de la Iglesia  adquieren hoy dimensiones  y perspectivas nuevas en una comunidad eclesial llamada a ser «sierva» del Señor y de los hombres. Su correcto y fiel ejercicio supone, por tanto, siempre una vida de comunidad muy dinámica. Aunque se integren mutuamente, estos dos ministerios son distintos: el lectorado hace directa referencia al anuncio de la Palabra de Dios, mientras que el acolitado está más significativamente orientado a la celebración  litúrgico-sacramental y al empeño de la caridad y de la promoción humana.