Miércoles, 17 de abril de 2024
 
Domingo VI de Pascua (Ciclo B)
 
El comienzo del evangelio de hoy es la manifestación más hermosa del amor de Dios: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
 

Son palabras de Jesús en un tono total, en un ambiente maravilloso, en  una manifestación completa que nosotros encontrarenos en el corazón porque Él quiere llenarnos de vida verdadera, de esperanza y de amor. Las palabras de Jesús están en el momento en que Él expresa, en el largo discurso de despedida, el relato de la Pasión.

         Un cristiano jamás puede dejar de lado el mensaje del Señor ya que ahí se encuentra el verdadero sentido de la fe, se manifiesta nuestro origen y cómo la vida se orienta en la plenitud del corazón; por parte de Dios es total y para nosotros es necesario ya que está en juego el sentido total de la vida. La manifestación del amor pleno lleva necesariamente a una fidelidad en la fe y en la permanencia total en Cristo ya que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él.

         Si hacemos un verdadero análisis de cómo es nuestra vida interior, desde dónde se inicia el camino de la fe y cómo se debe conservar la verdadera unión con Cristo, encontraremos el misterio de Dios que nos manifiesta su amor y la necesidad de entrar en un planteamiento de vida plenamente cristiana. Lo chocante es que nosotros, en nuestra vida humana, intentamos mantener, gozar y hasta manifestar con gracia y, sin embargo, no somos capaces de entrar en el misterio más pleno del amor que es realidad para siempre: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. El “mayor amor” es el que lleva a Cristo a la muerte y los destinatarios de ese amor son los discípulos que son llamados amigos. La amistad prosigue en el evangelio con una referencia a la “elección”: Yo os he elegido. La elección de los discípulos por Cristo ha sido un acto de amor y esa elección es, con vistas a una misión, la misión apostólica. Esa misión es sobrenatural y, por lo tanto, exige antes la oración.

         Jesús no habla de un amor que se encierra en la realidad del ser sino que este amor se manifiesta en el hacer desde un darse totalmente. Su ejemplo es claro; su vida entregada es la manifestación de su amor. Toda su existencia, glorificada en la cruz, es expresión del amor de comunión al que el discípulo (nosotros) es convocado. Felices de nosotros si, de de una manera total, nos situáramos en el plano de Jesús, confiando en Él y manifestando desde nosotros su amor. 

         De ahí ¿qué se deduce? Hay que tener siempre en cuenta que el amor entre el Padre y el Hijo de Dios es un amor de comunión al que está llamado el discípulo, nosotros. Ahí descubrimos qué significa para nosotros lo que dice Jesús: vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.Jesús nos ha elegido gratuitamente y esto para nosotros es un presente y un futuro que debe ir marcado por la exigencia de permanecer en el amor. El creyente experimenta que lo más propio de Dios es el amor y, al mismo tiempo, capta que el ser humano está hecho para amar y ser amado. 

RESPUESTAS desde NUESTRA REALIDAD

         El discípulo de Jesús vive sostenido por el amor increíble de Dios, disfrutando de ese amor. Sin ese amor nos sentiríamos vacíos, nos faltaría precisamente lo que nos hace vivir. Inundados por el amor de Dios (éste el lenguaje del evangelio) podemos amar; sintiéndonos amados podemos vivir amando. Necesitamos entender la hondura nueva  del mandato de Jesús: Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros, permaneced en mi amor. Esto es lo más esencial para nosotros: vivir en y para el amor. La vida cristiana, vivida en y desde el amor de Dios, nos lleva a ser verdaderamdente discípulos de Jesús.

ORACION

         Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por J. N. S. Amén   

PENSAMIENTO AGUSTINIANO

            Piensa en lo que has bebido. Has bebido la caridad. Si la has conocido, «Dios es caridad». Por lo tanto, si has bebido la caridad, díme dónde la bebiste. Si la has conocido, si la has visto, si amas, ¿de dónde procede este amor? Todo lo que amas rectamente, lo amas mediante la caridad. ¿Cómo mediante la caridad?  O ¿qué cosas amas cuando amas la caridad? Por tanto, si amas, ¿de dónde te viene el amor? Viene hacia ti, lo conoces y lo ves; no se le ve en determinado lugar, ni se le busca con los ojos corporales, para que se le ame con mayor ardor. No se le oye al hablar, y cuando vino hacia ti no se la sentía el caminar. ¿Acaso sentiste alguna vez los pasos de la caridad, paseándose por tu corazón? ¿Qué es, pues? ¿A quien pertenece eso que ya está en ti y que no percibes? Aprende a amar a Dios (San Agustín en Sermón  23, 13).