Jueves, 25 de abril de 2024
 
CADA DÍA EN AVAR
 
4 de diciembre
 

En el amanecer...

Cada día es una opción para encontrar un amor decisivo que cambia la vida. Mirando o dejándose mirar por ese Cristo que preside nuestras celdas se plantea la existencia como un servicio  a los demás, incluyendo en ese planteamiento los costos  que ello supone de cara a la propia comodidad,  a la propia necesidad y a la propia “sabiduría”. El carácter apostólico de la Orden  es esencialmente la experiencia de cada agustino recoleto  que “cuanto más participa del conocimiento y del amor de Dios, con más fuerza tiende a difundir entre sus semejantes ese conocimiento y ese amor” (Const 23).  La vocación apostólica, algo inherente a la consagración religiosa (“la vida consagrada es, en sí misma, evangelizadora y constituye el modo propio de evangelizar del religioso” –ib. 281-),  se articula sobre todo en torno a dos  focos: la fidelidad a la palabra dada y a la generosidad de espíritu.

En el mediodía...

Hay que definir durante la jornada, experiencia de toda la vida, si somos anuncio no del propio poder sino de Dios Salvador. No cabe ninguna convicción humana en este caso, no valdría la pena asegurar una vida apostólica basada en las propias fuerzas ni tampoco al margen de  la comunidad. Más aún: a nivel de Orden se nos insiste, como elemento fundamental del carisma, que la “interiorización… incluye el apostolado de la búsqueda concorde de la verdad y su expresión más plena al servicio de la Iglesia” (ib. 27).

En el anochecer...

Todo, pues, cuestión de amar: “el religioso contemplativo y comunitario es apóstol generoso y eficaz, porque lleva dentro de sí el amor, cuya esencia es dar y comunicar” (ib. 23); “el religioso, en virtud del amor que es difusivo, obra y trabaja para que todos amen a Dios con los hermanos” (ib.); “y así como la contemplación  reúne a los hermanos en la verdad y en el amor” (ib. 25); “todos los miembros de la Iglesia tienen derecho al servicio de los hermanos cuya caridad se extiende a todos los hombres” (ib. 26)… En tantas noches nos examinamos de la falta de ardor apostólico; ¿por qué no examinarnos un poco más sobre el amor?.